Capítulo 119. Miedo
La niebla era tan espesa que parecía una pared blanca colgando en el aire. La madrugada avanzaba lenta, y el frío mordía hasta los huesos. Los Darkfang se movían en silencio ahora; los tambores habían callado, dejando solo el golpeteo de las botas y el resoplido de los caballos.
El líder enmascarado cabalgaba al frente, con la mirada fija en el sendero que se abría entre las colinas. El horizonte estaba cubierto de sombras largas, y la luna, oculta tras nubes bajas, apenas iluminaba la marcha.
Kaden se acercó, inquieto.
—Mi señor… no me gusta esto. El bosque ha quedado atrás y todavía no hemos visto rastro de los suyos.
El Alfa Darkfang no respondió enseguida. Olfateó el aire como haría un lobo, pero solo percibió humedad y tierra fría.
—Estamos cerca —dijo finalmente—. Siento el miedo en su rastro.
Su Omega, montando a su lado, giró la cabeza lentamente.
—¿Y si no es miedo lo que sigues…?
Antes de que pudiera responder, un aullido resonó a lo lejos. No era un canto de victoria ni un