Capítulo 116. Sin piedad
El aire estaba cargado de un silencio denso, como si el bosque mismo contuviera la respiración. El campamento de los Darkfang bullía de movimiento: armaduras ajustadas, filos afilados, rostros tensos. Los tambores retumbaban levemente, anunciando que algo estaba a punto de comenzar.
El líder enmascarado permanecía de pie frente a su tienda, la sombra de la tela proyectando un velo oscuro sobre su figura. Su amante, envuelta en un abrigo de piel negra, lo observaba con una mezcla de expectación y temor. Entonces, un mensajero irrumpió jadeando, con la nieve todavía pegada a su capa.
—Mi señor —dijo, inclinándose—. El alfa Devon ha abandonado el castillo. Marcha con sus soldados hacia el frente oriental.
Los ojos del líder brillaron detrás de la máscara. Giró lentamente hacia su amante, y por un instante, ambos se miraron en un silencio que decía más que cualquier palabra. Finalmente, él habló, con una voz grave que vibraba de emoción contenida.
—Es momento —susurró, y la mujer esbozó u