Todos en la casa ya dormían cuando bajé al despacho de Donovan. Era bastante tarde y, aunque él me pidió que no lo esperara despierta —ya que aún tenía mucho por resolver—, yo no podía dormir sin decirle lo que había sucedido durante la cena.
Nos prometimos contarnos todo, y esto era imposible de ignorar. Se trataba de su familia.
Caminé en silencio por el pasillo, con el sobre dorado temblando ligeramente entre mis dedos. Había estado pensando durante horas si debía mostrarle o no la invitación, pero al final entendí que ocultárselo solo empeoraría las cosas.
No quería que los secretos comenzaran a ser un problema entre nosotros.
La puerta de su despacho estaba entreabierta, y podía escucharlo teclear algo en su laptop. Toqué suavemente y, al entrar, lo encontré sentado detrás del escritorio, concentrado en leer y corregir algunas cosas. El resplandor cálido de la lámpara iluminaba su rostro serio, resaltando sus preciosos rasgos... pero sobre todo, esos hipnotizantes ojos verdes.
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