El aire olía a ansiedad, a papeles recién impresos y a una extraña mezcla entre perfume caro y barato. Cada paso que daba hacia esa sala de audiencias retumbaba en mis oídos con fuerza, como un tambor en plena marcha, recordándome cada situación que viví junto a mi esposo y por las que ahora estaba aquí.
Enfrentando mi mayor temor.
A punto de salir del infierno que viví durante dos años.
Donovan caminaba junto a mí, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. No había dormido nada anoche; lo sabía porque las bolsas bajo sus ojos lo delataban. Necesitaba que todo saliera bien para poder continuar con sus planes. Elena también estaba a mi lado, sosteniendo mi mano, apretándola con cariño cada vez que me sentía temblar sin poderlo controlar. Anoche tuvo que quedarse conmigo en mi habitación para que pudiera descansar al menos un poco, y funcionó. Karina, por otra parte, permanecía en silencio, un poco más atrás. Vestida de manera impecable y con un maquillaje intacto que le daba el a