[Donovan]
La cena ya estaba servida, el vino que pedí en mi copa, y la creciente tormenta que amenazaba con inundar el comedor: Cassia.
La chica de ojos oscuros y cabello castaño, ahora recogido en una coleta descuidada, seguía furiosa e intentaba ignorarme de todas las formas posibles.
Lo mismo ocurrió cuando vinimos de regreso de la compañía. No hubo tema de conversación, ni dulces, ni mucho menos flores que la hicieran mirarme aunque fuera medio segundo.
Había herido su orgullo y lo sabía muy bien, pero Cassia debía comprender que no podía dejarme llevar por mis sentimientos en asuntos de la compañía. Debía ser firme e imparcial sin importar con quién fuera.
Ella se equivocó y tuvo que ser advertida.
Y ahora el ignorado era yo.
Cuando aquella muñeca de piel clara y hermosa —marcada injustamente por un maldito— se sentó frente a mí con una gracia tan afilada que podría haber cortado la porcelana del plato, por primera vez sentí temor de ella. No me miró ni una sola vez y había dejad