Gema
No puedo evitar que mi mente vuelva a la noche anterior. El momento que compartimos después de tener sexo fue íntimo.
Lo que vivimos anoche no debe de significar nada más allá de un momento, un espacio donde nos permitimos bajar las barreras.
No puedo esperar demasiado, no cuando todo lo que nos rodea es tan complicado.
Alguien se choca conmigo en el pasillo y vuelvo a la realidad. Me recompongo y entro al comedor, esperando encontrarme con Leonardo, pero no está. Suspiro y me siento al lado de Bel, que da un respingo al nortar mi presencia de la nada.
La nigromante me observa, medio soñolienta, pero aún así logra decir:
—No me puedo creer que nos hagan la ceremonia de consagración a puerta cerrada… —frunce el ceño—. Esos remilgados han puesto la excusa de lo que pasó en la otra (cuando me detuvieron) y nos la hacen a escondidas, como si fuéramos una vergüenza par la Orden.
—Bel… —intento suavizarlo pero no me deja hablar.
—Yo quería una gran ceremonia como los demás…
—Míralo p