ULRIK

Mateo Abelard siempre fue alguien a tener en cuenta respecto al desarrollo de la empresa, más que nada por los viejos lazos que compartía con Niels Arenberg, y no me extrañó divisar su figura junto a la de su hijo mayor, Fritz, apenas asomarme por la sala de conferencias.

Asami abrió la puerta, y todos los ojos se posaron en nosotros. Mi padre mostraba una serena confianza muy propia de él, y mi madre y hermana sonreían con calma. ¿Mis abuelos? Ellos parecían serios, pero a la abuela se le suavizó el gesto apenas verme.

Lo sabía, yo era su nieto favorito, y podría matar a quien afirmara lo contrario.

La cara de Mateo al verme palideció, pero le di la mejor de mis sonrisas.

—Buenos días, señoras y señores. Lamento llegar tarde, pero tuve que ir directo a la estación porque a alguien se le ocurrió poner una denuncia falsa afirmando que yo era un abusador sexual —comenté como si nada y caminé con calma hasta el asiento junto a la cabecera, al lado de mi padre, que era mi lugar como