Beatriz "Bia" narrando
La primera cosa que sentí fue el olor a pescado viejo y la cobija rosa que mamá Flavia compró para nosotras, y que estaba dentro de nuestras mochilas. Era suave, pero aquí estaba áspera y con un olor raro. Abrí los ojos despacito. Todo estaba oscuro, lleno de sombras que parecían bichos feos.
—¿Mel? —llamé bajito. Mi garganta dolía igual que cuando tuve gripe.
Ella estaba a mi lado, acostada como una muñeca rota. Tan quieta. Mi corazón parecía un pajarito atrapado.
—¡Mel! —grité, gateando hasta ella. Toqué su mejilla. Tan fría.
No. No puede. Recordé lo que el tío Rafa enseñó: "Princesas, si se pierden, lloren sin hacer ruido." Hundí la cara en su hombro y solloce calladita, hasta sentir…
—Bia… —un susurro tibiecito en mi oído. —Estás jalando mi coleta...
Abrió un ojo. Pícara, y lista como siempre.
—¡Estás viva! —grité, abrazándola tan fuerte que casi caímos.
—¡Claro que sí, tontita! —hizo esa mueca que solo ella sabe hacer. —Fingí que estaba dormida cuando el ho