(Narrado por Flávia)
La oficina de Rafael olía a cuero y whisky caro, pero el aire ahora estaba cargado de un perfume barato y desesperado. Lorena Sinclair giraba frente a la estantería, sus uñas rojas arañando los brazos del sofá como garras de un animal acorralado. Cuando me vio, sus labios se estiraron en algo que intentó ser una sonrisa.
—Señorita Carter. Qué bueno que vino.
—¿Qué quiere? —pregunté, manteniendo la voz firme, aunque mi pulso acelerado me traicionaba.
Ella rió, un sonido áspero que terminó en tos, pero fue directa:
—Veinte millones de dólares. —Avanzó un paso, el vestido ajustado marcando los huesos que no estaban la última vez—. Mis acreedores no son pacientes… ni amables.
—¿Veinte millones? —casi me atraganto—. ¿En drogas? ¿Juegos?
—Deudas, querida. —Se apoyó en la mesa de Rafael, dejando marcas de sudor en el vidrio—. Necesita ayudarme a convencer a Rafael de que me dé ese dinero.
—¿Por qué? —pregunté seca.
—Porque si no ayuda, haré que también v