Capítulo 41

El hombre sentado en una de las bancas del solitario parque llevaba el cabello grasiento, tan largo que se lo ataba en una coleta baja. Una de sus ojeras más hundidas que la otra y con un color mucho más marcado alrededor. Rasguños algo profundos en la mejilla derecha y moretones en la mandíbula y la nariz.

Los pulmones de Ariana se vaciaron al ver a esa persona. A su padre. Golpeado, desprotegido y con ropa que ni siquiera era de su talla.

—Papá —lo llamó en un hilo de voz al estar a unos pasos de él.

Ernesto se encontró con el rostro afligido de su hija mayor. Algo en ella lucía distinto, su piel opaca había adquirido un mejor color, sus mejillas sumidas por la delgadez se veían de un aspecto normal, saludable y su cabello castaño brillaba en un moño alto.

No llevaba ropa gastada ni manchada, la tela parecía fina y nueva.

—Ariana, hija —le respondió al saludo y miró el espacio vacío junto a él.

La joven se sentó a su lado. De manera rápida y sin muchos detalles le contó que unas per
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