Capítulo 23

Aunque el aroma de aquel hombre —una mezcla de madera fresca— inundaba sus fosas nasales, el recuerdo de Alana irrumpió en la mente de Ariana. De repente, se apartó de Axel con un movimiento brusco.

Con urgencia, su mirada buscó la de su hermanita. La pequeña, sentada en silencio, con los ojos aún hinchados por el llanto, pero ahora su expresión reflejaba más curiosidad que miedo.

Las manos de la niña, que antes temblaban sin control, yacían quietas sobre su regazo.

Sin embargo, lo que más llamó la atención de Ariana fue que aquellos grandes ojos infantiles estaban llenos de preguntas, fijos en ella y en aquel hombre de cabellera dorada.

La mano cálida de Axel recorrió su frente, y el contacto, aunque suave, le provocó una mueca de dolor.

—¿Cuándo te vas a defender? ¿Acaso esperas a que el agresor te apuñale con un cuchillo en el corazón?

Ante la pregunta severa, ella negó con la cabeza.

—Para usted es muy fácil decir eso —masculló—. Esa mujer venía acompañada de tipos peligros
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