La piel pálida de la mujer combinaba a la perfección con la mesa de mármol. Tomó un sorbo de té y sus ojos verdes examinaron el rostro desencajado de su marido.
—¿De verdad te pondrás de su lado? Tu hijo no tiene límites —recriminó Giovanni y pasó su mano por su cabellera azabache. Sus pensamientos eran un remolino que iba desde la furia hasta la preocupación. ¿En qué momento se convirtió en ese horrible padre que crió a un demente?
—Eras el primero en oponerte a esa unión. Alégrate, Axel ya no se casará con esa personita —le recordó Frida mientras se limpiaba la comisura de los labios con una servilleta de tela.
—Ese no es el tema central de la conversación. Mujer, tu hijo hace lo que quiere y tú solo justificas sus acciones.
—Querido, te recuerdo que "nuestro" hijo no ha sido el mismo desde aquel incidente. Él no es culpable, es una víctima. —Los recuerdos amargos y angustiantes de ese día pasaron frente a los ojos de Frida. Su amado y único hijo, con la mente desecha, les rogaba