Hacienda La Aurora, Suite Principal — 05:47 a.m.
El primer sol se colaba por las persianas de caoba, rozando las sábanas revueltas. Me desperté con náusea, esa ola que me subía el estómago. Me doblé un poco, mano en la barriga, respirando hondo. Adrián dormía profundo a mi lado, brazo sobre mi cadera, respiración calmada. Su calor me reconfortaba, pero hoy pesaba.
Me levanté despacio, pies descalzos en terracota fresca. La bata roja de seda colgaba del perchero; me la puse sin ruido, tela suave contra piel sensible. Mosquitero blanco ondeaba con brisa del balcón. Caminé a la mesita, abrí cajón de caoba. El test —positivo. Dos líneas rosadas. Embarazada.
Corazón latió fuerte. Alegría pura, pero pánico también. Hace meses, en Milán, nieve sobre el lago Como, balcón de mármol crujiendo bajo pies. Me abrazó, manos callosas en mi espalda. "Isa, hijos no. No hasta que todo esté listo —finanzas blindadas, enemigos enterrados, mundo seguro". Sus palabras resonaban. ¿Y si lo ve como carg