**Po'v Isabella**
Varios días después de esa fiesta de beneficencia donde Adrián marcó territorio como lobo en celo, me desperté sola en la mansión, aburrida como el carajo. El sol pegaba fuerte por las ventanas altas, la cama enorme vacía al lado mío —Adrián salió temprano a la Torre Marbelle con su nota típica: "Reina, rusos en Puerto Rico, reuniones. Te amo, cena"—. Coño, me siento sola, sin Cata para joder, sin playas, solo Josefina limpiando abajo. "No joda, necesito salir", me dije al espejo. Ducha rápida, agua caliente resbalando por el cuerpo, jabón de coco recordando México, pelo suelto, vestido blanco casual floreado, sandalias planas. Salí de compras: Via Montenapoleone, bolsas Prada, zapatos, perfume. Pero dos horas después, aburrida más. "Paso por la torre, llevo almuerzo sorpresa. Josefina preparó ceviche y arroz con pollo anoche".
"Taylor, a la Torre Marbelle. Llevo comida para el jefe", dije subiendo al Bentley.
Llegué pasadas las 12, ascensor privado —privilegio de la