Justo en ese instante, se escuchó una risa suave y masculina al otro lado de la línea.
— Mañana, Clarissa puede revisar primero antes de conseguir el certificado de matrimonio.
¿Y Revisar qué o para qué...? Esto ya es demasiado.
Clarissa respiraba agitada, tapándose la cara mientras se tiraba sobre la cama.
— Hoy sí que estoy cansada — dijo.
— Es mejor que descanses bien — respondió el hombre, sin añadir nada más. Clarissa, con la cara roja, colgó la llamada.
Estaba estresada, revolcándose en la cama, su respiración cada vez más descontrolada.
Pero cada vez que se detenía, recordaba las palabras de ese hombre, y no podía evitar dar vueltas en la cama otra vez.
Finalmente, cuando logró calmarse, alguien tocó la puerta de su habitación. Al abrir, la camarera estaba ahí, sonriendo, empujando un carrito lleno de postre y pastelillos.
— Clarissa, el señor Giovanni mandó todo esto para ti.
Clarissa se quedó confundida un momento, pero luego escuchó a la camarera decir: