Los dedos de Clarissa se tensaron un poco, tocando su piel, pero parecía como si hubiera tocado una pared.
Mientras ella estaba aún algo aturdida por el beso de Giovanni, el timbre de la puerta sonó, como un rayo que la hizo espabilar.
El sonido del timbre fue como un balde de agua fría cayendo sobre Clarissa. Empujó con todas sus fuerzas a Giovanni, intentando apartarlo.
Giovanni no se movió, como si fuera de piedra. Ella comenzó a luchar con más fuerza. Su cabello y su ropa estaban hechos un desastre.
El timbre seguía sonando y sonando, cuando la voz de Paolo llegó desde fuera:
— ¡Señor, soy Paolo, me pidió que viniera esta noche, tenemos mucho trabajo que hacer!
Era la hora acordada con Giovanni, así que Paolo no pensó ni por un segundo que Giovanni no estuviera en la habitación.
Giovanni pudo haber ignorado la llamada y seguir con lo suyo, pero, por alguna razón, la dejó ir con facilidad.
Cuando Clarissa tocó el suelo otra vez, sabiendo que probablemente no podría mantenerse de pie