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El trueno fue como un estallido, despertándome asustada. Automáticamente, su brazo en torno a mis hombros me presionó apenas contra su costado, como para mostrarme que estaba protegida. Sus ojos seguían cerrados, y a juzgar por su respiración, seguía dormido.

Solté un suspiro entrecortado, desnuda como él bajo las sábanas, y descansé la mejilla en su pecho, adivinándolo más que viéndolo en las sombras del dormitorio. Su cuerpo perfecto, fuerte, sano. Sus facciones agradables y firmes al mismo tiempo. Su piel tibia. Dejé que mi mano se apoyara en su pecho junto a mi cara y sentí los latidos regulares de su corazón.

Por un momento reviví lo que sintiera teniendo sexo con él y las yemas de mis dedos cosquillearon al evocarlo.

Mis neuronas parecían haberse ido de vacaciones sin previo aviso, porque mi mente era incapaz de procesar lo que acababa de pasar, especialmente lo que había experimentado esa noche.

A pesar de que hacía años que llevaba una vida sexual casi demasiado activa con Dyl
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