—¿En verdad no recuerdas nada de aquella noche?
Cerré el horno y me volví hacia él ceñuda.
Había llegado a la casa de huéspedes cinco minutos después que le escribiera, con todo lo necesario para preparar trucha al roquefort, como si la cena fuera tan importante en ese momento. Ahora picaba aderezos para la salsa en la mesada de la cocina como si fuera un chef.
—Repetir la pregunta no va a cambiar la respuesta —repliqué, apartándome de él para poner la mesa. Mantenerme ocupada parecía una buena opción para no perder la paciencia ante su renuencia a explicarse.
—¿El vino está en el refri?
—¿Vas a contestarme o seguirás con tus rodeos?
Rió entre dientes, meneando la cabeza. Resoplé irritada.
—Te juro que creí que fingías no conocerme —dijo al fin, volcando el cilantro picado en un cuenco pequeño.
—¿Por qué haría algo así? —inquirí con genuina curiosidad.
Sacó la botella de vino blanco del refri, evitando mirarme con la excusa de descorcharla.
—Por las circunstancias en que nos reencontr