Acogidos por una sala con grandes ventanales arqueados y con la luz del sol golpear mi rostro con calidez, solo fui capaz de mirar a la mujer albina que entró a la sala, dejando caer su cuerpo sobre los grandes y acogedores sillones que desde un principio me hicieron un gran llamado a sentarme y acomodarme en ellos.
—Te queda bastante bien ese color, Idalia.
—¿Lo mismo dijiste cuando se arregló para ir al club de apuestas? —Cuestiono Moros, quien en confianza con su ambiente se acercó hasta el sillón y dejó en él a los dos bebés.
—Ella ya sabía que le quedaba espectacular al ir a ese lugar, no necesito de mi criterio. Aunque en mi opinión personal, el verde siempre será su color. Combina bastante bien con sus ojos, los cuales son espectaculares.
—Alabas mucho a mi mujer.
—Sin anillo sigue sin ser tu mujer. Cualquiera te la podría robar ¿No piensas lo mismo, Idalia?
Solté unas cuantas risas, sin tomarme el atrevimiento a responder a la diosa ante la presencia de Moros, quien espe