—Fue un gusto trabajar para ustedes. —La diosa de los partos se despidió de ambos, en manos aún permanece esa esfera en donde se refleja la imagen de mi pequeña princesa, descansando en la comodidad de mi vientre.
—Te agradecemos tu arduo trabajo. —Se despidió Moros, quien me ayudó a levantarme del sillón. —Nosotros iremos al castillo, Sedna debe estar ocupada como para atendernos.
Di un breve asentimiento, solo dejándome llevar por ese hombre.
Como una ilusa, pensé que el recorrido al mundo de los muertos sería una larga marcha desde la ciudad de la eternidad, la cual se ubica en los cielos.
Qué tonta ¿cómo pude olvidar que los dioses poseen poderes extraordinarios?
Un detalle que solo recordé cuando ante mí, ese gran salón fue reemplazado por la imagen de una majestuosa cueva, vacía, carente de vida pero con un hermoso brillo en su interior.
—Bienvenida a la puerta del reino de los muertos, querida.
Moros, rodeando su brazo por mi espalda me comenzó a llevar a los adentros del rein