Recordar el desprecio en la mirada de Rayn el día de nuestra propia boda fue un golpe que llegó directo a mi corazón. No por su desprecio, si no por mí ilusión al pensar que junto a este hombre estaría bien.
Mucha razón tenía al no desear soltar el brazo de papá cuando llegue al altar.
Y debí sospechar aún más que este hombre no era para mí cuando en medio de nuestra propia celebración, desapareció con tal de no estar junto a mí.
Lo único de lo que no soy conocedora es de esa sucia acusación de haber matado a la mujer de esa fiesta, esa mujer que el abrazo como si su vida se estuviera yendo junto a ella.
Por muchos años tenía entendido que esa pobre dama fue al hospital y nunca supe más de ella, ya que al día siguiente en la mañana mis padres guardaron toda mi vida en una maleta dejando muy clara la orden de que debía irme del pueblo para hacer mi vida junto a mi esposo.
Desde ese día no veo a papá y mamá.
Mucho menos a los señores Fischer, a pesar de que la vieja mujer viene casi tod