Martiniano suspiró ante la pregunta de Kiara. Se le había olvidado contarle lo de Sabrina. Miró a Kiara y luego a Sabrina, notando la curiosidad que manchaba visiblemente el rostro de la pequeña. Tenía las manos alrededor del cuello de Martiniano y las piernas alrededor de su cintura.
—Papá, ¿quién es ella?— Sabrina acercó la cara al oído de Martiniano e intentó susurrar.
Martiniano la besó rápidamente en la frente, antes de decir:
—Calabacita, es una amiga; se quedará con nosotros.
Sabrina miró a Kiara con escepticismo y detenimiento, y luego sonrió mostrando los pocos dientes delanteros que le faltaban.
—Hola, soy Sabrina Ferguson. ¿Cómo te llamas?—, preguntó alegremente.
Kiara se quedó mirando a la niña de mejillas regordetas que tenía delante, todavía asombrada por la noticia de su existencia. El hecho de que Martiniano tuviera un hijo le dijo a Kiara que saliera corriendo; aquello era algo enorme y estaba segura de que no le atraía la idea de destrozar un hogar. En cuan