Puede besar a la novia
—¿Esto es un juego para ti, Amanda?

—Puede que lo parezca, pero no lo es. Lo digo porque como hablas de hacerme tragar mis palabras…

—No seas idiota. No eres mi tipo, no me gustas, jamás te tocaría, así hagas diez mil notas por escrito. Nunca… nunca estaría contigo. Solo si suplicas pudiera planteármelo y aún me daría asco.

—De no ser porque sé que te gustan las putas, diría que eres gay, pero ya vi tus gustos en la piscina.

El aire dentro del despacho era espeso, casi tanto como la tensión que los separaba.

Eric le dio la espalda sin responder, la mandíbula marcada, los hombros rígidos. Lo único que se movía en él era el pulso en su cuello, un latido furioso que lo delataba.

No había palabras que encajaran en ese momento, y si las había, no eran aptas para ser dichas frente a un juez.

Amanda lo observó con una calma casi provocadora. Su expresión era suave, casi inocente, pero en sus ojos había fuego. Sabía lo que había hecho: lo había dejado sin defensa, sin argumentos y, sobre todo
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