—Esto es un farol, no te creo capaz de asesinarlos, ¡los necesitas!
—Pero a quien no necesito es a ti.
—¡Soy el padre!
—¡Y vaya padre más hijo de puta! Me tiraste a la piscina sin previo aviso, ¡me dejaste sin cenar! No quieres ser padre, quieres a una esclava para torturar. Y no seré yo. Ya basta de tus humillaciones, no merezco nada de esto y no estoy dispuesta a soportarlo. ¿Es por los fetos que llevo en mi vientre? ¡Hala! Pues adiós.
—¡Amanda, Amanda!
Amanda cerró la puerta en su cara. Sin pensarlo. Sin temblar. Sin una pizca de duda.
—¡Amanda! ¡¿Qué demonios crees que haces?
Eric se quedó quieto unos segundos, paralizado. Luego alzó la mano y golpeó la madera con fuerza.
—¡Amanda! ¡Abre la maldita puerta! ¡Amanda!
Dentro, ella permanecía sentada en el borde de la cama, las manos presionando su pecho, respirando con dificultad. Las rodillas temblaban, la garganta ardía, pero por dentro, algo se sentía firme. Lo había dicho. Lo había soltado. Por fin.
No sabía si era valentía o locu