Su madre siempre le había dicho que no se metiera en los asuntos de las personas con dinero. Pero ahora estaba diciéndole que sí a uno de ellos. Solo para poder ver, aunque sea una vez más, a esa adorable mujer.
Sabía que se estaba metiendo en un grave grave problema, solo por hacerle caso a su loco corazón.
Los días pasaron igual de monótonos que todos los días de su miserable vida. La pizca de color que había sido aquel día en que había estado cerca de aquella mujer de cabellos rojizos con olor a vainilla había quedado en el pasado y había comenzado a pensar que había sido un maldito sueño cruel.
Hasta que una noche, cuando estaba a punto de cerrar el taller, una camioneta 4X4 similar a la del idiota de la otra vez, pero esta vez en color blanco, se estacionó en la entrada.
Si hubiese sido cualquier otro cliente, lo hubiese echado a patadas gritándole que ya estaba por cerrar. Pero la esperanza de volver a ver a aquella mujer de ojos tiernos y brillantes le hizo cerrar la boca. Para su desilusión, del asiento del piloto bajó un joven mucho más tonto y creído.
-Con que este horrendo lugar es el que recomendó el jefe ¿Estás segura linda?- se burló el joven.
El corazón de Elio latió con fuerza al escuchar al joven.
¿Ella estaba aquí?
La puerta del copiloto se abrió y luego de unos segundos Jazmín bajó del coche, con su gran vientre delante suyo. Esta vez estaba cubierta con un gran abrigo de lana blanca y un gorrito haciendo juego. Estaba simplemente adorable. Ella lo observó en silencio, con las mejillas sonrojadas y cubriendo la mitad de su rostro detrás del suéter.
-Sí, es aquí-. respondió en voz baja.
-Como sea, solo haz bien tu trabajo- ordenó el hombre- Hay que cambiar esa puerta.
Elio tuvo que alejar sus ojos de la joven y observar la puerta en cuestión. Sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al ver que la puerta estaba hecha un colador por la cantidad de agujeros de bala que habían arruinado prácticamente la chapa.
-¿Algún problema?
-No...- respondió rápidamente, fingiendo desinterés- Pero no es algo que pueda hacer hoy, tengo que pedir el repuesto y las fábricas están cerradas. Me temo que va a estar para mañana.
El joven gruñó con molestia- Como sea- exclamó haciendo una llamada con su móvil- ¿Puedes venir a buscarnos? Debo dejar el coche hasta mañana. ¡Y qué quieres que haga! Iría caminando, pero estoy con la mujer del jefe... ella me guió hasta el taller... bien, te espero. No tardes, este lugar es horrible.
El joven cortó la llamada y le arrojó las llaves al mecánico- Más te vale que cuides a mi preciosa.
Elio tomó las llaves entre sus manos y se tragó sus ganas de mandarlo a la m****a.
-Señor... ¿Podría pasar al baño?- Preguntó Jazmín tímidamente a quien estaba a su cargo.
-¿No puedes esperar a llegar a casa?
-E-Es que no aguanto...- dijo tímidamente, acariciando su vientre.
El joven al mando suspiró con fastidio- Si a él no le molesta- se burló.
-Ven, te muestro donde es el baño- le indicó tratando de que no se notara su emoción por estar a solas con la joven.
Jazmín lo siguió por detrás obediente y Elio sintió el nerviosismo en su interior y sus ojos se oscurecieron de la emoción- Bien... es aquí, es bastante feo y pequeño, pero sirve.- dijo apenado. Sabiendo que la joven de seguro tenía los mejores lujos, que él jamás podría darle.
-E-En realidad no tengo ganas de ir...- dijo apenada-
Elio vio como sus mejillas se ponían rojas. Luego, de debajo de su gran suéter sacó un pequeño paquete- Q-quería darte esto... por... ya sabes.. lo que hiciste por mí la otra vez.
Con las manos temblorosas, Elio tomó el paquete y husmeó el interior. Un pan de molde recién horneado hizo gruñir su vacío estómago.
-L-Lo hice con nueces. ¡Pero si no te gusta está bien! Oh dios, quizás eres alérgico y...
-Es perfecto- respondió el joven, envolviendo con mucho cuidado el pan- No debiste...
-Lo sé...- respondió tímidamente- Pero lo que hiciste fue muy bueno de tu parte, pudiste haberme delatado con mi esposo.
-Jamás lo hubiese hecho. Jamás-
Los ojos de Elio se encendieron en dos llamas que podrían incendiar todo a su paso, excepto a la tierna mujer.
-Gracias- repitió con una tímida sonrisa- Y-yo debo volver...
-Oh sí claro- exclamó nervioso, sintiendo la pesadez del ambiente.
Jazmín se volteó hacia la salida con dificultad, por el estrecho pasillo.
-Espera...-exclamó el joven- ¿Puedo saber tu nombre?
La joven dudó por un segundo. ¿Realmente debería decirle su nombre de pila a un hombre desconocido? Pero por una vez en su vida se sintió rebelde- Jazmín es mi nombre...
-Jazmín...- repitió las palabras como una dulce melodía- Elio, Elio Cruz es mi nombre.
La joven sonrió ampliamente y Elio pensó que jamás había visto en toda su vida una sonrisa tan hermosa como esa. Sus labios eran únicos, una sonrisa en forma de corazón se había dibujado en su precioso rostro.
¿Cómo podía ser tan perfecta? Pensó a sus adentros mientras sentía su corazón latir con fuerza. Luego Jazmín se alejó hacia la salida y Elio se quedó allí, abrazando el pan contra su pecho. Si pudiera, lo conservaría así para siempre, pero se iba a pudrir y no podía hacerle eso- Jazmín...- repitió con una sonrisa en su rostro, como hacía mucho no sonreía, porque sus labios habían creído olvidarse cómo hacerlo.
Un coche último modelo se aparcó al lado de la 4X4. Estaba con las ventanillas bajas y la música a todo volumen, tan fuerte que los bajos vibraban en la carrocería. -¡Apúrate que no tenemos toda la noche!- gritó el conductor, otro joven descuidado y con aires de grandeza. En el asiento de atrás estaban otros dos chicos, con cadenas de oro en sus gruesos cuellos y anteojos de sol que poco podían servir de noche.
El joven entró en el asiento del copiloto y otro salió del coche para que Jazmín se sentara en el asiento trasero en medio de los dos idiotas. Nunca bajaron la música ni subieron los vidrios para conservar el calor debido al frío invierno. A esos idiotas no les importaba cuidar a la mujer embarazada de su jefe.
Elio cerró los puños con fuerza. Quería arrebatarles a la joven. No la merecían, esos idiotas ruidosos no merecían a una mujer tan hermosa como ella.
Pero él sabía que no podía hacer nada. Así que se quedó allí, viendo cómo se alejaban a gran velocidad y Elio rezó que Jazmín llegara a casa sana y salva.