107°

Grité porque era imposible no gritar si estaba cayendo. No, no pude contenerlo, no pude detenerme. Lancé un grito de terror cuando mi cuerpo se precipitó hacia el suelo, porque imaginé muchísimas cosas: imaginé mi cuerpo golpeándose contra el fondo del ducto, contra el metal, mis huesos rompiéndose, el olor de la sangre. Todo eso en ese preciso instante, en el momento en el que mi cuerpo fue consolido por la gravedad.

No había sido para nada una buena idea, pero no teníamos más opción, ¿no? Y entonces pasé por junto a Cristian; el hombre intentó sujetarme por abajo el uniforme, pero este se rasgó, haciendo que de todas formas siguiera cayendo. Y entonces, cuando pasé por el lado de Valentín, el líder de la Navaja Suiza logró agarrarme con fuerza por el tobillo. Pude escuchar cómo su piel se deslizó por el frío, frío metal un par de metros, hasta que los dos nos quedamos quietos.

— No te muevas — me dijo — . No te muevas.

Entonces me tenía con fuerza. Podía observar cómo mi cabello s
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