ANDY DAVIS
Cuando llegamos al «chalet», lo primero que vi fue a una mujer sentada en el comedor. Su cabello rojo brillaba bajo la luz y usaba un traje sastre ajustado que dejaba poco a la imaginación. Tenía la pinta de esas secretarias sexys que solo quieren seducir al jefe. No sabía quién era, pero la familiaridad con la que miró a Damián me hizo sentir una punzada de celos. En verdad sus ojos se iluminaron en cuanto él rebasó la puerta y una enorme sonrisa se dibujó en sus labios rojos, mostrando una hilera de dientes blancos bien alineados.
—Sophie —saludó Damián manteniendo su tono neutral y profesional.
La pelirroja se levantó con un movimiento elegante y cruzó la habitación hasta situarse muy cerca de &eac