CAMILLE ASHFORD
Entré a la habitación con el peso de la noche sobre mis hombros. La imagen de Damián mirando a Andy con tanta devoción seguía clavada en mi mente, como un eco de algo que yo jamás había tenido y, aunque lo negara, siempre había deseado. Recordé a mi padre y cómo solía mirar a mi madre, con esos pequeños gestos que solo ahora entendía como amor genuino. O tal vez solo era una farsa bien ensayada, como todo en nuestras vidas. Fuera lo que fuera, me encontré con una punzada de anhelo absurdo.
¿Qué se sentía ser mirada de esa forma, ser deseada no solo con el cuerpo, sino con el alma?
Suspiré y di un paso hacia el interior. La habitación se sentía tan vacía, incluso má