DAMIÁN ASHFORD
—Por favor… —susurró Molly entre llanto, postrada encima de Alexei, cubriéndolo con su cuerpo.
—¡Quítate o te quito! —gritó Lucien movido por la rabia.
—¡Quítame! ¡Inténtalo! —respondió Molly furiosa. Entonces se levantó y nos apuntó, había tomado el arma de Alexei—. ¡Vamos! ¡Dispárame si tienes las suficientes pelotas! ¡No me voy a quitar! ¡No voy a dejar que mates a Alexei!
—¡No estás enamorada! —gritó Lucien desesperado—. ¡Él te secuestró! ¡Te usó! Solo… quítate de en medio y yo me encargo.
—¡No! —Se aferró Molly con las mandíbulas apretadas y por el rabillo de ojo vio a Shawn que se acercaba sigiloso—. ¡Ya te vi, hijo de puta! ¡Ni un paso más!
Shawn, sorprendido, retrocedió con las manos en alto. No esperaba menos de la hija del auditor. Nos mantuvo a los tres a raya, aunque sus ojos luchaban por no desviarse al piso, hacia el hombre que estaba protegiendo. Sabía que de hacerlo nos daría la oportunidad de acercarnos y contenerla.
—Él nos salvó —susurró con labios