ALEXEI MAKAROV
Dormí profundamente hasta que su ausencia me sobresaltó. El calor de su cuerpo había desaparecido y antes de abrir los ojos ya estaba buscándola, tanteando con la mano donde debería de estar su cuerpo. Me senté angustiado, con el corazón acelerado, encontrándola sentada sobre el escritorio, envuelta en una sábana, con el cabello alborotado de manera adorable.
—Era hermosa… —susurró viendo con atención la foto en sus dedos—. Entiendo porqué te enamoraste de ella.
Me levanté sin decir una sola palabra, sabía de quien era la foto. Cuando la tomé de sus dedos sentí una punzada en el pecho. Anna sonreía de esa manera que podía derretir los polos. Su alegría le migraba a los ojos. Era joven, radiante y llena de vida. Era un fuego que parecía mantenerse solo sin necesidad de ayuda, incluso bajo la lluvia.
—¿Por qué la mataste? —preguntó Molly de pronto, sacándome de mis pensamientos, haciendo que mi cuerpo se tensara—. Puedo ver que en verdad la extrañas. Ella es el origen