SHAWN ROBERTS
Prudencia, no sabía cuántas veces había escuchado esa maldita palabra en el día, pero ya estaba harto.
No fue difícil entrar al hospital, Rocío había sido muy inteligente, consiguiendo el gafete de un doctor que tuviera ojos azules y cabello negro, que no pareciera muy joven, pero tampoco muy viejo. Me dejó en claro que, aunque parecía impulsiva y algo torpe, no era tonta, tenía un colmillo grande, que le arrastraba y hacía surco en el piso, me pregunté si Carter lo intuía o estaba cegado por el amor y la ternura.
Aunque las miradas de los policías eran insistentes, caminé con confianza, como si supiera lo que estaba haciendo, escuchando comentarios al azar, acercándome lo suficiente a otros doctores para enterarme de lo que ocurría en el interior. El rumor de la hija del honorable juez Monroy era de dominio público y sonaba con fuerza.
—Qué horror, la chica tuvo que ser ingresada a cirugía —había dicho una de las enfermeras.
—Dicen que fue con un abrecartas, ¡me sorp