DAMIÁN ASHFORD
—No quise traerte un problema más —susurré cuando me hinqué a su lado—. Sé que fue imprudente, que no tuve que adjudicarme esta responsabilidad cuando ya tenemos demasiados problemas. Mañana temprano lo llevaré con las autoridades competentes y…
Andy negó con la cabeza y posó sus dedos en mis labios para silenciarme.
—¿Cómo vivirá en un orfanato? Son lugares muy fríos… no dudo que haya alguno donde los niños sean tratados con amor, pero… ¿cuántos hay así, cuantos pareciera que dejan que los niños crezcan como animalitos? —preguntó dolida—. ¿En verdad crees que tendrá ahí lo que nosotros le podemos ofrecer?
Sonreí con un bufido. Si mi corazón se había ablandado, el de Andy era de caramelo y miel.
—No podemos abandonarlo de la misma manera que su madre lo abandonó —agregó y de nuevo su rostro se volvió una mueca de dolor—. No podemos lastimarlo como su madre lo hizo, ni permitir que alguien más lo haga.
En ese momento abrió el mameluco que llevaba el pequeño y lo que