DAMIÁN ASHFORD
Si mi día había sido bizarro, la noche amenazaba con serlo más. A la cabeza de la mesa se encontraba mi suegro, viéndome con sus ojos de halcón, sin soltar la bolsa de guisantes congelados contra su boca. A su derecha se encontraba Andy, cargando a Esteban, viéndolo con dudas, pero sabiendo que era la única capaz de cuidar de él, por lo menos en ese momento.
Además, si la situación salía de control, el pobre niño saldría volando como muñeco de trapo, junto con el resto de las cosas sobre la mesa y tal vez los mellizos. No podía asegurar que contendría mis ganas de golpear al auditor y él parecía pensar lo mismo.
Yo me senté a la izquierda de mi suegro, no por empatía, sino para demostrar algo, como si mantenerme cerca demostrará que no le tengo miedo.
A un lado de Andy, León, quien luchaba por pinchar una pequeña papa que no dudaba en escapar de su tenedor. A mi lado, Victoria, disimulando comer con normalidad, mientras sus ojos se paseaban en cada adulto sentado a l