ANDY DAVIS
—No te daré mi bendición —soltó mi padre en cuanto estuvimos solos en la cocina, mientras yo lavaba los platos, él caminaba detrás de mí, ansioso, eufórico y aún adolorido.
—Ni siquiera un día completo pudimos pasar juntos sin pelear. ¡Cómo en los viejos tiempos! —respondí con sarcasmo mientras dejaba el plato en el escurridor.
—Andy, cariño, ese hombre… no lo conoces —su voz era suplicante y su mirada profunda, estaba muy preocupado por mí.
—Papá, lo conozco lo suficiente para saber que lo amo y que lo seguiré a donde sea. —Sacudí el agua de mis manos antes de ponerlas en el borde de la tarja, apoyándome en ella mientras escogía las palabras correctas—. Cuando me fui de casa, tú me condenaste.
—¿Condenarte? ¿De qué hablas? —preguntó retrocediendo como si mis palabras hubieran sido un fuerte empujón.
—Dijiste que un día conocería a un hombre como tú, que me enamoraría de él y que, a diferencia de contigo, me quedaría a su lado, pasara lo que pasara. —Por fin volteé hacia é