RACHEL MONROY

Me enfoqué tanto en hacer el café, que por un momento mis ojos se quedaron absortos, viendo como este caía en el fondo de la jarra, siguiendo sin parpadear cada gota. Después de mucho tiempo volvía a tener un hombre en mi departamento, después de Bastián me había vuelto muy hermética con cualquiera que quisiera acercarse, en el fondo estaba aterrada de que quisieran lastimarme de la misma manera que él lo hizo, algo me decía que mi corazón no aguantaría otra caída así.

Demasiada humillación.

Demasiado tiempo perdido.

Demasiada tristeza.

De pronto levanté la mirada hacia el marco de la puerta y pude imaginármelo ahí, como antes de que Andy regresara a su vida, recargado con media sonrisa, con las manos en los bolsillos, viéndome… ¿con amor?

No. Era otra cosa que nunca había sabido interpretar. Me veía con paciencia y había una pizca de cariño, pero ahora lo entendía mejor. Efectivamente no era amor, era… compasión. La mirada que le dedicas a tu hermana menor cuando apre