ANDY DAVISCuando salimos del restaurante, entre murmullos, no pude evitar reconocer a Lynnet, quien entraba presurosa con un niño de la mano. Tenía prácticamente la misma edad que mis hijos y sentí un retortijón. El pequeño no se parecía a John, eso era obvio a simple vista, apenas y lucía un par de rasgos de Lynnet, pero me quedaba claro que se parecía más a su padre biológico. No intercambié ni una sola palabra con ella, solo dejé que entrara por lo que quedaba de su esposo modelo mientras nosotros abandonábamos el aeropuerto.El auto de Damián nos esperaba afuera, los niños entraron emocionados al asiento trasero y yo pensé que esto sería un recuerdo que se desvanecería como todos lo que le pertenecían a John, pero para mi sorpresa, Damián no parecía muy cómodo, cuando me abrió la puerta, pude notar la rigidez en su rostro, estaba pensando en algo, pero no me lo decía. El silencio se volvió cada vez más profundo e incómodo, tomé su mano y sentí que no me sujetaba con la misma fu
ANDY DAVISHabíamos pasado tiempo suficiente estando lejos como para que la necesidad de sentirnos se volviera aguda e insistente, y ese beso que había empezado como la confirmación de mi amor por él, se había transformado en algo más. La desesperación de marcarme como suya había escalado hasta el punto de rasgar mis ropas con una facilidad que me sorprendió. Sus manos recorrían mi cuerpo con una lujuria que nunca me había mostrado antes. Sujetó con fuerza mis muñecas en el momento justo que se hundió en mí, dominándome con su cuerpo mientras me poseía. Sus celos e inseguridades se habían convertido en fuerza y deseo, en una posesividad que parecía enfermiza, en una dominancia que me daba miedo y al mismo tiempo me gustaba. Damián marcó el ritmo de nuestro encuentro y yo no pude hacer otra cosa que obedecer, en contra de mi temperamento, me dejé someter por ese rubio de ojos oscuros, sucumbiendo entre temblores y gimoteos, víctima de esa sensación mortal que amenazaba con detener mi
LUCIEN BLACKWELL—Había escuchado que te estabas volviendo loco por una mujer, pero no quise creerlo —dijo uno de los investigadores que trabajaban para mí y que consideraba de confianza. El mismo que me había llevado a Camille, señalándola como mi objetivo.Sostenía su sonrisa, mientras estaba amarrado a esa silla, escondiendo su nerviosismo porque sabía lo que se avecinaba. —Por tu culpa la iba a matar… —siseé dándole vueltas al picahielo entre mis manos.—Por mi culpa la conociste… ¿No tengo mérito por eso? —soltó con arrogancia y una risotada que me hizo hervir la sangre—. Si me vas a juzgar por una cosa, deberías juzgarme por la otra. ¿No sería más justo?—Yo no soy justo. —Arrastré una silla hasta sentarme frente a él y encajé el picahielo en su muslo, retorciéndolo mientras él gritaba.—¡Sin mi nunca la hubieras conocido! ¡Sin mí, tú, maldito monstruo, nunca te hubieras enamorado! —escupió junto con saliva y desesperación—. De nada. —¿Quién te acompañaba ese día? Tú orden fu
CAMILLE ASHFORD—¿En verdad esto es necesario? —pregunté mientras avanzaba detrás de Damián y Andy, quienes andaban como la pareja perfecta, tomados de la mano, levantando suspiros de admiración por todos los trabajadores de la empresa que los veían al pasar—. Te recuerdo que ya no soy dueña de nada. —Sigues siendo mi hermana —respondió Damián con media sonrisa, intentando reconfortarme—. Tienes un lugar muy importante en todo. Entendía por qué lo hacía, sabía que quería reconfortarme y darme un premio de consolación después de perderlo todo, pero no me gustaba y no lo quería. Era como un premio por ser perdedora, confiada y manipulable. Sentía que a cada paso recordaría los errores que cometí. Solo quería esconderme en una cueva y permanecer lejos del mundo. —¡Mamá! —exclamó de pronto Leoncito. Cuando volteamos estaba con los ojos llorosos y las mejillas infladas.—¿Qué ocurre? —preguntó Andy deteniendo nuestro andar y yendo hacia su hijo, quien junto a su hermana parecían enfurru
CAMILLE ASHFORDSu aliento se apoderó de mi boca, sus labios se movían con desesperación sobre los míos y sus manos se aferraban a mi cuerpo como ganchos. Quería resistirme y gritar, sabía que eso era lo que tenía que hacer, pero… no lo hice. Quise luchar, sabía que era lo correcto, pero… me derretí entre sus brazos mientras las palabras de Damián resonaban en mi cabeza: Si cedes, no te lo quitarás de encima. Tal vez eso era lo que quería, sabía que Lucien era un cazador y quería que me persiguiera por el resto de mis días, aunque eso fuera una sentencia de muerte.Cuando el aire se acabó en mis pulmones, por fin tuvo piedad de mí y liberó mi boca sin despegar su frente de la mía. Mis ojos lloraban, porque estaba decepcionada de mí misma, porque… siempre me sentí orgullosa de ser una mujer fuerte y determinada, y ahí estaba condenándome por un sentimiento al que no podía dominar, por el contrario, me dominaba a mí. Un suave sollozo salió de mis labios y por fin Lucien abrió sus ojos
CAMILLE ASHFORDEntré presurosa a la oficina de Damián. Solo podía escuchar mi taconeo y ese pitido en mis oídos, producto del estrés. La imagen que encontré dentro era muy tierna. Los niños estaban tirados de panza sobre la elegante alfombra, usando los costosos bolígrafos para dibujar en hojas membretadas, mientras Andy y Damián hablaban muy cerca el uno del otro, viéndose con adoración y compartiendo sonrisas cargadas de complicidad y amor. Eso era lo que yo quería, una familia bonita, pero… ¿Lucien podía dármela? Esa voz que parecía ser mi conciencia me gritaba que no, que él no era el indicado, que solo volvería a sufrir a su lado, que no habría un final feliz. —¿Camille? —preguntó Damián al encontrarme paralizada en la entrada—. ¿Estás bien?De inmediato rodeó el escritorio y se acercó, pero se detuvo en cuanto notó la presencia oscura que acechaba detrás de mí. No pude evitar cerrar los ojos, como niña descubierta en mitad de una travesura, esperando el regaño.—Dime que no e
CAMILLE ASHFORDTodo el camino fuimos en silencio. Mi mirada no se apartaba de la ventana y mi mente estaba completamente en blanco. La decepción y el rechazo de Damián aún me corroía el alma. Ya comenzaba a extrañar a los mellizos y a Andy, y de pronto ese odio tan pequeño y casi inexistente que sentía hacia Lucien, empezó a cobrar forma.No me había dolido tanto sus humillaciones y sus dedos clavados en mi carne, como que me obligara a alejarme de mi familia. Estábamos haciendo las cosas por las buenas, pero en realidad eran por las malas, porque tenía miedo de lo que fuera hacer si me resistía.Cuando por fin llegamos a su mansión, me abrió la puerta de su auto y me ofreció su mano para poder bajar, pero simplemente lo ignoré y arrastré los pies de regreso a su hogar, no él mío, jamás podría serlo.
ANDY DAVIS—No puedes darle simplemente la espalda… —dije viendo con atención a Damián mientras caminaba de un lado para otro en la casa, sacando las cosas de Camille y poniéndolas en una maleta que tenía pensado enviar con Shawn a casa de Lucien.—Yo no le di la espalda, ella se la dio sola —contestó con molestia y por supuesto, frustración—. ¡¿Qué más necesita?! Aquí tiene todo, amor, techo, comida, no me importó que estuviera embarazada de ese tipo, acepté a ese niño incluso antes de que naciera, y aun así prefiere regresar a ese lugar.»¡Estuvo casi a punto de abortar estando con él! ¡¿Qué puta necesidad tiene de regresar ahí?!