LUCIEN BLACKWELLEsther manoteaba, pero sus intentos eran inútiles, solo conseguía quemarse con la olla o golpear el borde de la estufa, mientras Nadia gritaba detrás de mí con pánico. —¡Lucien! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Déjala! —Su voz era insoportablemente aguda, más de lo normal. Parecía tener intenciones de acercarse y al mismo tiempo mantenía su distancia porque sabía muy bien que no podía hacer nada. Por fin saqué la cabeza de Esther de la olla. No era necesario describir lo grotesca que se veía con la carne cocida por la sopa hirviendo. Sus quejidos sonaban roncos, pues se había quemado la boca y la garganta, así como los ojos. No había palabras, solo balbuceos y vocalizaciones torpes y cargadas de dolor. Al haber perdido gran cantidad de cabello, decidí arrastrarla fuera de la cocina, sujetándola con firmeza del brazo. La arrodillé frente al resto de la servidumbre y saqué mi arma de la pretina del pantalón. Un hermoso revólver Colt Python .347, el cual apoyé en su nuca. —Qu
LUCIEN BLACKWELLCon paso tembloroso, Nadia caminó hacia Camille. Por fin mi chofer se hizo a un lado y mi hermosa rubia retrocedió, sus ojos bien abiertos buscaban respuestas. De pronto el tembloroso taconeo de Nadia se detuvo, apretó los puños y jaló aire, haciendo a un lado su habitual orgullo.—Camille, te debo una disculpa por lo que te hice —soltó más a fuerza que de ganas y encajé un poco más el cañón a modo de motivación. Tenía que esforzarse y que su tono fuera creíble—. Perdóname por haberte humillado de esa manera, no tuve que hacerlo. Eres la esposa de Lucien y tengo que respetarte. »No lo volveré a hacer, lo prometo y… espero que en tu corazón puedas perdonarme. Camille frunció el ceño y su mirada se movía inquieta. Noté como sus hombros se sacudieron suavemente, víctima de un escalofrío, tal vez por sus ropas húmedas, tal vez por la conmoción del momento.—Creo que hace falta algo… —susurré no muy convencido de la actuación de Nadia.—¿Qué más quieres, Lucien? —siseó v
LUCIEN BLACKWELLLa deposité con cuidado en la cama antes de meterme al baño y preparar la tina con agua caliente. No quería que Camille sufriera de hipotermia. Cuando me di cuenta, ella estaba asomada en el umbral, con esa mirada entornada y aguda, esforzándose por reconocerme. Él hombre que fui, el que vio allá abajo torturando y matando, no era el que quería ser con ella. Tampoco quería que me recordara como el mafioso que la torturó y amenazó con matarla. Me había convertido en un animal herido y no pude más que morder su mano, pero ahora solo quería lamer sus heridas y recuperar su corazón. —¿Qué haces? —preguntó Camille mientras me enfocaba en el agua tibia llenando la bañera. Los ojos se le llenaron de lágrimas que no estaba dispuesta a soltar. Parecía desolada, como si por fin estuviera dispuesta a dejar caer sus murallas, y me rompió el corazón. Me acerqué a ella y con cuidado la guié al interior del baño. Sin decir ni una sola palabra, la ayudé a deshacerse de esas ropas
LUCIEN BLACKWELLPor primera vez en muchos años mi sueño era profundo y reconfortante. Era como si la calidez del cuerpo de Camille y su aroma fueran suficientes para calmar cualquier dolor, cualquier miedo y toda mi ansiedad. Ella descansaba en mis brazos, o eso creí hasta que su ausencia me dejó un frío que me despertó. Abrí los ojos de golpe y quise levantarme apresurado, pero sus manos me detuvieron, ardiendo en mi pecho. En la penumbra de la noche sus ojos resplandecían como si estuvieran llenos de magia y sus cabellos rubios brillaban con la luz de la luna que entraba por la ventana. —Camille… —pronuncié su nombre apenas en un susurro. Sus manos acariciaron mi rostro con dulzura, aunque aún había incertidumbre en sus ojos. Intenté calmar mi miedo de haberla perdido por un breve momento y sus labios se posaron dulcemente en los míos. Con actitud tímida, incluso insegura, se movieron lentamente. No dudé en responder su beso y estrecharla entre mis brazos, queriendo sentirla cer
CAMILLE ASHFORD—¿Camille? —preguntó Lucien detrás de mí mientras yo no dejaba de darle vueltas al sobre que contenía la dirección de Cloe. Cuando Volteé, no pude evitar notar el miedo reflejado en sus pupilas y mi estómago se hizo pequeño, sabiendo que no había manera de consolarlo. Estiré mi mano hasta que el sobre quedó cerca de él. Lo tomó como si fuera una serpiente esperando atacar. Le dio un par de vueltas con el ceño fruncido hasta que empezó a abrirlo. —Esa es la dirección de Cloe Sullivan —dije en un susurro, recuperando su atención—. Ella es la mujer que buscas. La amante de Aston Smith. La verdadera Ruiseñor. La que debería de estar en mi lugar y quien tuvo que sufrir las humillaciones que me tocaron a mí. Me levanté lentamente de la cama y pasé las manos por mi vestido, alisándolo. Sabía lo que tenía que hacer, pero cuando estaba lista para hacerlo, sentí como si mis músculos se entumecieran y no quisieran apoyarme en mi huida.—¿Qué? —preguntó Lucien confundido, sentá
CAMILLE ASHFORD—Arreglemos esto, Camille… —suplicó estirando su mano hasta alcanzar mi mejilla. Su tacto me dolió y una lágrima logró escapar de entre mis pestañas—. Quédate. Déjame demostrarte que me merezco una segunda oportunidad…»No me dejes —su voz sonaba cargada de miseria y súplica, aun así, retrocedí, alejándome de su caricia—. Véngate de lo que te hice, quédate y grítame, pégame… dispárame si eso te hace sentir mejor, pero arreglemos esto aquí. Me merezco todo lo que me quieras hacer, solo… no te vayas, no me abandones. Sus ojos suplicaban, llenos de dolor, y mi corazón se resquebrajaba dolorosamente dentro de mi pecho. Tomó mi mano entre las suyas, besó cada uno de mis dedos y pude sentir su miedo a perderme. Cuando creí que estaba a punto de ceder, la puerta de la entrada se abrió. —¿Damián? —pregunté sorprendida al ver a mi hermano plantado ahí, con los ojos oscuros y llenos de furia, las mandíbulas rígidas y los hombros tensos. A su lado estaba Shawn, como el ratón as
CAMILLE ASHFORDMe gustaría decir que conforme nos alejábamos me sentía más tranquila, incluso más alegre, pero la verdad es que no era así. Me sentía peor, como si mi corazón se hubiera quedado allá. Era ilógico, Lucien era malo para mí en todos los aspectos y, aun así, estaba tentada a voltear hacia atrás, a llorarle, incluso a llamarlo. La mano de Damián se posó sobre la mía y su rostro delató que estaba preocupado por mí. —¿Te sientes bien? —preguntó en un murmullo y yo solo sonreí de manera insípida y comprometida. Una sonrisa forzada y amarga que hundía mi corazón. —¿Por qué? —inquirí confundida con una mano en el pecho—. ¿Por qué duele cuando se supone que estoy haciendo lo correcto?—Buena pregunta… —contestó Damián pasando su brazo por encima de mis hombros y atrayéndome hacia él para besarme la cabeza—. Podrías preguntarle a Andy. De cierta manera a quien más entiendo es a Lucien. Aunque no a su nivel, yo también fui un patán con mi panterita y, bueno, aunque me esforcé p
ANDY DAVISEl viaje había sido tranquilo y emocionante. Los mellizos nunca habían subido a un avión y saber que en el que viajábamos era de su padre fue para ellos una experiencia novedosa y llena de euforia, asomándose por cada ventana, cambiando de asientos, pidiéndole a la sobrecargo golosinas, para terminar profundamente dormidos, acurrucados como un par de gatitos. —Son adorables… —dijo la sobrecargo mientras acomodaba una cobija sobre ellos—. Sorprendente que sean hijos del señor Ashford.Noté como su rostro se hizo una mueca de confusión y miedo, tal vez recordando malos tratos en el pasado o el horrible temperamento de Damián. Sacudió la cabeza y cuando volteó hacia mí y me ofreció una sonrisa ensayada. —Lo siento, no pretendía ser grosera… —confesó apenada, con las mejillas al rojo vivo. Negué con la cabeza y alcé una mano para que no siguiera disculpándose.—Descuida… lo entiendo muy bien —contesté compartiendo una sonrisa con ella para intentar que se relajara. Conocía a