LUCIEN BLACKWELL
De pronto el cielo se nubló y la lluvia comenzó a caer con fuerza, reduciendo el fuego y empapándome en pocos segundos.
—¿Eres tú, Anna? ¿No te agrada lo que hice? ¿Por qué siempre tienes que ser tan aguafiestas? —Negué con la cabeza mientras me sacudía las pequeñas gotitas de agua que caían de mi cabello. Mi chofer se acercó, sabiendo que era momento de partir, y así lo hicimos, directo a casa y a Camille.
Estaba ansioso de volverla a ver. Estaba ansioso de tenerla entre mis brazos y… suplicar. Sabía que no sería un camino sencillo, que el daño estaba hecho y que ella tenía un carácter demasiado fuerte como para esperar que fácilmente me recibiera con los brazos abiertos, pero… no tenía intenciones de ceder. Ella era mía, era la madre de mi hijo, tenía que quedarse a mi lado y haría lo que fuera necesario para que así fuera.
La lluvia había disminuido, pero no había cesado. Cuando rebasé la puerta sentí un nudo en el estómago que casi me hizo doblarme del dolor. M