Capítulo 4

Aiden

Por haber escapado el día anterior no había preguntado nada de lo sucedido a mi secretaria. Queria saber, pero no me permitió hacerlo.

Ese día sería distinto.

Salí del ascensor para ver cómo se esmeraba en mi oficina.

El café lo colocó en la mesa, un vaso con agua también y el primer expediente listo para que inicie mi día. En ese orden. Tal como lo había solicitado todo el tiempo.

Siguió haciendo sus obligaciones con una única cosa que me sorprendió por completo. Parecía contener la respiración cuando se acercaba al café. Es como si el simple aroma la molestara.

En una caja introdujo el periódico del día, evitando que me topara con eso. Los odiaba y solían sacar mi lado molesto.

Conté los minutos que restaban para comenzar a trabajar y justo a las 8:30 de la mañana abrí la puerta. No iba a hablar con ella por la mañana, así que adopté mi actitud profesional. Traje a la medida y mirada fría, pasando a su lado con la cabeza al frente. Nunca giré el cuello. Pero lo reconocía, era cautivante cuando sus ojos se posaban en mí de esa manera, aún con el nerviosismo. Llevándome a deducir que todo el tiempo se comportaba igual. No era solo conmigo. O tal vez sí.

Pero me gustaba.

Suponía un gusto envolvente saber que me miraba como lo hacía yo en ocasiones.

Me dejó solo luego de unos segundos, haciendo que me enfocara en asuntos de trabajo. Todo el día se la pasó mirando algo en su teléfono, como si esperara algo que tardaba en llegar. Me entregaba expedientes y regresaba a revisar el móvil. Comenzaba a estresarme.

Tenía un almuerzo con uno de los socios, por lo cual me fijé en la hora para salir rumbo al lugar del encuentro. Pasé a su lado y estaba en lo mismo. Escribiendo en el computador, al mismo tiempo de ver la pantalla del celular.

__ Vendré hasta las dos de la tarde. - avisé. - Todo lo relacionado al trabajo puede enviarlo a mi correo.

Asintió y bajó la mirada cuando vi lo que, con tanto recelo cuidaba.

__ Si lo necesita, puede tomarse una hora.

__ No, estoy bien. Estoy bien. - repitió con una mueca de sonrisa. - Estoy bien.

Se delató sola. Algo le preocupaba, solo que no entendía porque me causaba desasosiego verla tan ansiosa.

El sonido de llamada de mi celular me interrumpió. Me estaban esperando, por lo que solo le dije que iba en camino antes de entrar al elevador.

Tenía que priorizar mis asuntos y no perderme en aspiraciones tontas por querer tener algo más que trabajo de abogacía en mi mente. Era un escape y por mucho que me diera curiosidad, podía lograr distraerme con algo más.

Dustin Lions me esperaba en una mesa junto a su pareja. La chica de cabello corto me miró con una gran sonrisa y saludó con gratitud por haber llegado a tiempo.

__ Mi prometida. - la presentó el hombre que apenas tenía seis meses de su participación en el bufete. No trabajaba en él, solo llegando a pedir reuniones de vez en cuando. Si mal no recordaba en su información decía que estaba casado, pero dijo prometida y con eso me quedé para no alargar el asunto.

Tenía mayor gusto por el vino blanco y fue una copa la que me acompañó hasta que finalizó y pude regresar al despacho.

Isabella seguía en la misma postura. Tensa. Con la mirada perdida y su distraída cabeza que tenía el grafito metido en la taza de café.

Me vió desde la distancia y solo asentí dejando lo que me había llevado a dicha reunión sobre su escritorio hasta que el sonido de una campana la hizo respingar. Se movió con rapidez, no di otro paso como si fuera a cambiar algo con ello.

Apresurada abrió el mensaje que le llegó, leyendo con rapidez, llegando al punto donde la perplejidad cubrió su rostro. Sus mejillas rosadas ya no eran rosa, sino blancas. Sus ojos se abrieron de más y el poco color de sus labios desapareció antes de mirarme.

__ ¿Que ocurre? - indagué. Se puso de pie y dio dos pasos volviendo a leer lo que la puso en ese estado. Me acerqué en lo que ella limpió su frente con un leve temblor en sus manos dejando caer el móvil que tocó mis zapatos.

__ Siéntese. - arrastré la silla y la ayudé a sentarse. Busqué un poco de agua en lo que se veía como alguien que estaba a medio camino de subir el Everest.

Junté el teléfono, la pantalla aún estaba encendida por lo que no me tuve que esforzar para saber que eran los resultados de una clínica. Que podría ponerla en estado atónito, quise averiguar y leí lo que decía. Anonadado volví a verla.

__ ¿Está embarazada? - pregunté aún con estupefacción. Ella no supo que responder. Se notaba que no esperaba un positivo como tampoco en el bufete era conveniente tener a dos asistentes con esa situación.

Solo que no era eso lo que me hizo tomar aire con necesidad. Para nada lo era. Una pregunta llegó a mi cabeza que debía hacer y no podía simplemente ignorarla.

__Cabe la posibilidad de que ese bebé sea...

__ ¡Ay dios! ¿Como pudo suceder esto? - me interrumpió. - No puedo estar embarazada. No puedo estar embarazada de mi jefe.

Eso me paralizó. Sabía la respuesta en ese segundo que hizo soltara el móvil.

Iba a ser papá.

__ Es mío. - reflejé mi sorpresa en la respuesta que di. Ninguno de los dos tenía idea de como ver al otro. La noticia era un poco abrumadora. Demasiado para tratarla en una oficina.

__ Si, señor. - se calmó dispuesta a hablar. Sin saber que no podía articular una oración de más de dos palabras.

¿Como había llegado a eso?

Lo peor, no tenía tiempo para asimilarlo. Por más que el pasado me llegara a arruinar el momento, fui capaz de dejar todo de lado. Dando un paso a lo desconocido cuando me incliné para verla.

No iba a quedarme como un vegetal por enterarme de algo que por mí descuido sucedió.

__ Isabella. - le hablé. Comprimí preguntas absurdas. Aún no era tiempo de hacerlas. - Vamos a arreglarlo. Esto no tiene porqué convertirse en un problema.

Sus ojos me enfocaron. Casi aniquilandome con el desconcierto y ahí me di cuenta de que había usado las palabras incorrectas para expresar la idea. Pero fue demasiado tarde al entenderlo cuando su palma impactó en mi mejilla.

__ Ni piense en proponer que lo...

__ No, no. - la detuve. El picor en la piel golpeada aún se sentía pero sabía que solo era un malentendido. - A lo que me refiero, es que no la voy a dejar sola. Esto nos compete a los dos.

Comprendió al instante. Se vio apenada por tal acción, pero le resté importancia tomando el móvil que introduje en su bolso junto a otras cosas. Aún era hora que el doctor de la familia estuviera en su consultorio, podía ir allí.

Ella no comprendió hasta que llegamos al lugar. Isabella guardó silencio en tanto la conduje por el largo pasillo donde hablé con la enfermera que le avisó al médico como si se tratase de una emergencia. En cuanto me vio, sus ojos se enfocaron en la mujer a mi lado y nos hizo pasar casi de inmediato.

__ ¡Eso sí es que una sorpresa! - mencionó cuando le entregué el papel que aún guardaba. - Pero vamos a asegurarnos que todo se encuentre bien, primero que todo.

Isabella me miró, buscando algo que no supe descifrar. No tenía una idea de que hacer. Si debía acercame o no, pero ahí estaba, dando la mano a la asistente para que subiera a la camilla que Miller le pidió. No quería acercame tanto, porque literalmente no tenía confianza de hacerlo.

El médico pasó el doppler en su abdomen luego de poner un poco de líquido sobre la piel. En varios segundos hubo silencio, uno extraño que amenazaba con ser catastrófico. Isabella estaba tensa, se veía realmente estresada. Mucho diría yo y hasta juraría que no había ingerido ningún alimento durante todo el día, incluso la palidez en su rostro aún no desaparecía.

__ Relájate. - sugerí.

__ Eso intento. - contestó en tono suave. Comenzaba a gustarme el sonido dulce y hasta tranquilizador de su voz. Era extraño, no me volvía tan amante de algo tan simple.

__ Deme su mano, puedo ayudar a que se calme.

Eso había sonado raro, sin embargo; solo debía mantener la seriedad de siempre y no notarían lo nervioso que eso me hizo sentir. No querría verme tan mal.

De repente un latido excepcional nos hizo girar hacia el monitor. Ahí estaba. Se oía tan fuerte que rompía una barrera que había levantado años atrás. Me llenó de energía y consolidó la estructura de mi alma.

__ Es un embrión muy fuerte. Lleva una excelente formación. - afirmó y pude ver que Isabella estaba sonriendo. Yo también lo hice por un instante, uno que fue interrumpido por el doctor que comenzó con sugerencias hacia la asistente, los cuales ambos escuchamos con atención.

Más ella que yo, porque no dejé de ver la cara de Isabella, quien sonreía y ahora notaba como ese simple gesto la iluminó.

Era hermosa, pero de eso me di cuenta semanas antes, en cambio en ese instante caló más hondo.

Salimos de la clínica con todo más claro. Ninguno se atrevió a decir nada hasta que llegamos al auto. Ella se detuvo en la acera mirando a cada extremo de la calle, sin siquiera mirarme.

__ ¿A quien esperas? - indagué.

__ Solo quiero estar sola. - exclamó. - Es difícil de digerir.

__ La llevo a su casa entonces. - ofrecí.

__ No quiero ir a esa casa. Tiene cargas muy pesadas y no me dejará pensar. - expresó. - Lo lamento si soy malagradecida, pero en serio necesito tiempo sola.

No supe que responder. Ella se veía tan vulnerable que no sabía si debía preguntar más. Estaba al borde de las lágrimas.

__ La dejo donde guste. - insistí.

__ No haga eso. - pidió en un susurro.

__ ¿Hacer que? - consulté.

__ Portarse como si le importara demasiado todo esto. No me trate como si tuviera lástima de mí porque tengo suficiente con la que tengo yo misma. - se ve agotada. - Si piensa que lo voy a demandar para que se haga cargo o no quiere verse envuelto en un escándalo, tenga la seguridad que tampoco lo quiero hacer. Puedo con el bebé sola. No es necesario que finja...

__ No estoy fingiendo que me importa. Si le digo que me haré cargo no es por temor al que dirán, ni a una demanda. Lo hago por el simple hecho que es mío. - aseguré. - Pero si tiene una pareja, tenga por seguro que...

__ Pareja. - se rió sin diversión - Mi esposo se divorció de mí porque no podía embarazarme, pero ahora resulta que lo estoy y no puedo creer que...

__ ¿Que qué?

__ No puedo creer que lo estoy. No entiendo como pasó. - se vio reflejada su confusión. - No era la del problema. Porqué solo hay dos opciones. Tu eres demasiado fértil o yo nunca fui estéril.

Eso me dejó mudo. No tuve respuesta como tampoco quería interferir en su momento de asimilación.

__ Solo quiero... no sé. Ir a casa. Quiero pensar. Hacer algo. Lo que sea. - tartamudeó. Detuvo un taxi. - Nos vemos en el trabajo después.

Fue lo último que dijo antes de abordar el auto amarillo que la perdió de mi vista.

Lo más curioso fue que de cierta manera me gustaba. Me gustaba mucho la idea de ser padre. Lo más impactante, era saber quien era la mujer que lo hizo posible. Mi asistente.

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