Capítulo 67. Dinosaurio.
Derek.
Las mañanas ya no eran iguales.
Antes, Derek despertaba en un silencio frío, con la rutina dictada por reuniones, llamadas y compromisos que parecían devorarlo todo. Ahora, en cambio, lo primero que escuchaba era la voz de Nathan llamándolo desde su habitación. A veces era un suave balbuceo, otras un grito emocionado porque había descubierto un juguete olvidado bajo la cama.
Y Derek corría. Corría con una sonrisa en los labios que jamás habría esperado tener tan temprano en el día.
Su departamento había cambiado. El orden impecable y casi impersonal había dado lugar a un caos adorable: bloques de colores esparcidos por la alfombra, pequeños dinosaurios escondidos en los cojines del sofá, dibujos con crayones pegados en la heladera.
Era un desorden lleno de vida.
Un desorden que, en realidad, era exactamente lo que siempre había deseado.
Durante el día, Nathan se convertía en su sombra. Lo acompañaba a la oficina, se sentaba en su sillón giratorio y jugaba a “firmar” documentos