Ellen.
Ellen cerró su computadora al finalizar su jornada laboral de aquel viernes. Había sido una semana intensa, y cada día había significado horas de trabajo codo a codo con Derek Winston. A pesar de que había intentado mantener la profesionalidad en todo momento, no podía evitar notar las sutiles diferencias en su trato hacia ella. Derek solía ser frío y distante con los demás, pero con ella había un matiz diferente: sus palabras eran más suaves, sus miradas más prolongadas. Aunque él no había hecho ningún comentario fuera de lugar, esa atención especial comenzaba a ponerla nerviosa.
Ellen se apoyó en el respaldo de su silla, soltando un suspiro profundo. La admiración que sentía por Derek había crecido durante la semana. Sus habilidades como diseñador eran asombrosas, y su creatividad era inspiradora. Pero también estaba su lado obsesivo con el trabajo. No había día en que él no estuviera completamente sumergido en el proyecto, dedicando horas interminables al diseño, las reuniones y la supervisión de cada detalle. Era un hombre apasionado, y esa pasión se extendía a todo lo que tocaba.
Con un pequeño movimiento, sacó su teléfono y envió un mensaje a sus amigas Laura y Greta:
—Chicas, ¿les parece una noche de chicas hoy? Necesito desconectarme de todo esto.
La respuesta fue casi inmediata.
Laura: —¡Por supuesto! ¿A qué hora y dónde?
Greta: —Cuenta conmigo. Hace semanas que no salimos juntas.
Ellen sonrió mientras acordaban encontrarse en su bar favorito a las ocho. Aunque no podría beber por su embarazo, estaba decidida a disfrutar de una noche de risas y conversaciones despreocupadas. Era justo lo que necesitaba.
Horas más tarde, Ellen llegó al bar vestida con un vestido lila suelto que ocultaba su incipiente vientre. Laura y Greta ya estaban sentadas en una mesa cerca de la ventana, con dos copas de vino frente a ellas.
—¡Ellen! —exclamó Greta, levantándose para abrazarla—. Te ves radiante.
—Gracias —respondía Ellen, sonriendo mientras tomaba asiento—. Creo que necesitaba esto más de lo que pensaba.
Laura arqueó una ceja y la miró con curiosidad.
—¿Semana dura en el trabajo?
Ellen soltó una risa breve.
—No tienes idea. Trabajar con Derek Winston es un desafío constante. Es exigente, perfeccionista y, honestamente, brillante. Pero también es… complicado.
—¿Complicado cómo? —preguntó Greta, inclinándose hacia adelante con interés.
Ellen dudó un momento antes de responder. No podía contarles todo, pero tampoco quería guardarse sus emociones.
—Tiene una forma de ser… intensa. Con los demás es distante, casi frío, pero conmigo es diferente. No sé si lo hace intencionalmente, pero siento que intenta acercarse de una forma que me desconcierta.
Laura y Greta intercambiaron una mirada significativa.
—¿Crees que le gustas? —aventuró Greta, con una sonrisa traviesa.
—No lo sé —respondía Ellen, jugando con su vaso de agua—. No ha hecho nada inapropiado, pero su comportamiento me pone nerviosa. Especialmente considerando… bueno, ya saben.
Greta asintió comprensiva.
—Es una situación complicada, Ellen. Pero, ¿cómo te sientes tú al respecto? ¿Te molesta su atención o…?
Ellen cerró los ojos por un momento, intentando ordenar sus pensamientos.
—Es confuso. Hay momentos en los que me siento cómoda trabajando con él, incluso inspirada. Pero luego recuerdo la noche que compartimos y el hecho de que estoy embarazada. Todo esto podría volverse un desastre si él llegara a enterarse.
Laura puso una mano en su brazo.
—Ellen, estás manejando mucho. Es normal que te sientas así. Pero recuerda que este trabajo es una gran oportunidad para ti. Concéntrate en eso y toma las cosas un día a la vez.
Ellen asintió, agradecida por el apoyo de sus amigas. La conversación pronto derivó hacia temas más ligeros, y por primera vez en días, Ellen se permitió relajarse y reír.
Cuando regresó a casa esa noche, el silencio de su apartamento la envolvió. Se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá, pasando una mano por su vientre.
—Vamos a estar bien —murmuró, como si estuviera hablando con su bebé—. Pase lo que pase, encontraremos la forma de salir adelante.
El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Derek.
Derek Winston: Espero que hayas tenido una buena noche. Descansa, la próxima semana será aún más desafiante.
Ellen frunció el ceño, sorprendida. No era común que él enviara mensajes fuera del horario laboral. Después de un momento de duda, respondió:
Ellen Grey: Gracias, señor Winston. Espero estar a la altura de los desafíos.
Apagó el teléfono y cerró los ojos, intentando ignorar la pequeña agitación que ese mensaje había provocado en su pecho. Sabía que la próxima semana sería crucial, tanto para su carrera como para mantener las barreras que había levantado entre ella y Derek. Pero también sabía que, tarde o temprano, debería enfrentarse a la verdad que ambos ignoraban.