Cordelia
El supermercado estaba casi vacío, lo cual agradecí.
No tenía energía para lidiar con multitudes ni con miradas curiosas. Empujé el carrito entre los pasillos, tratando de concentrarme en elegir lo esencial y no en la fantasma que flotaba a mi lado con una sonrisa de autosuficiencia.
—Así que ahí estaba yo —susurró Fernanda con dramatismo—, rodeada por tres espectros de hombres irresistibles... y deseosos de poseerme... Claro, no como Damien hizo contigo en el calabozo....
—Fernanda… —murmuré entre dientes, agarrando una caja de cereal.
—Shhh, déjame contarte. Bueno, justo él me besó primero. Dioses, esos labios fríos pero tan sensuales. Luego, Borja y Velrik no quisieron quedarse atrás…
Me detuve de golpe en la sección de carnes, fingiendo leer la etiqueta de un paquete de pollo mientras luchaba por mantener el control.
—Baja la voz —le advertí en un susurro apretado.
—¿La voz? ¿Cuál voz? Solo tú puedes escucharme, mi ciela —respondió con una sonrisa traviesa.
—Sí, pero lo