Fernanda El motor rugió cuando Cordelia pisó el acelerador a fondo, saliendo del estacionamiento como un maldito cohete.—¿A dónde mierda crees que vas? —grité, mirando por el retrovisor con el estómago encogido.Los ángeles venían detrás de nosotras. No atacaban todavía, pero sus malditos ojos dorados brillaban como si ya nos hubieran sentenciado a muerte."¡Ja, ja, ja! Aunque yo ya estaba morida, pero aún me sentía viva."—No los voy a llevar a la casa de Damien —resopló Cor, girando bruscamente a la derecha y metiéndose por una calle llena de gente—. No soy tan estúpida.Un bocinazo ensordecedor me hizo soltar un improperio cuando casi nos damos de lleno contra un camión de reparto.—¡Mierda, Cor! ¡Podrías matarnos!Me miró de reojo con toda la calma del mundo.—Tú ya estás muerta.Puse los ojos en blanco.—¡Técnicamente! —Coloqué mis dedos en mis labios—. Pero… No del todo aún sigo dando lata.El auto se sacudió cuando ella giró otra vez, las llantas chillaron y la parte trasera
DiegoEl Gremio no era un sitio para débiles.Era el hogar de los carroñeros.Un montón de bastardos que no tenían escrúpulos cuando se trataba de cobrar recompensas. No les importaba si la presa estaba viva o muerta, mientras sus bolsillos se llenaran de billetes. Aunque claro, su sed de sangre era peor que la de un vampiro recién convertido, así que, por lo general, sus presas llegaban muertas.Yo lo sabía mejor que nadie.El edificio del Gremio estaba escondido a plena vista. Camuflado como una agencia de detectives privados y abogados de poca monta, la fachada perfecta. Desde afuera, parecía un negocio en decadencia.Pero detrás de esas puertas, el aire apestaba a sangre y pólvora. Lo cierto es que teníamos lo mejor en tecnología, ninguna presa se nos escapaba.El primer piso era el área de reclutamiento, donde los novatos trataban de ganarse un lugar entre los cazadores veteranos. Ser sus discípulos, estar entre sus filas, ganar experiencia para luego ocupar un lugar entre los m
ZeirenTener un fantasma dentro de mí era una jodida pesadilla.Cada músculo de mi cuerpo se sentía más tenso de lo normal, como si estuviera en una constante lucha con algo invisible. Mi piel hormigueaba con una energía extraña, diferente a la que sentí recorrerme cuando mi instinto tomó el control. Esta vez era él. Damien.Lo sentía moviéndose dentro de mí, no físicamente, pero sí como una presencia invasiva en mi cabeza. Como si mi mente ya no me perteneciera del todo.—Relájate, híbrido. No voy a poseerte para siempre.Su voz retumbó en mi cráneo con una risa socarrona.—¿Puedes callarte? —gruñí en voz baja. Mis manos apretandas en puños con tanta fuerza que casi me abrí la piel.—Qué carácter, chico. Y yo que te estoy ayudando a salvar a tu mujercita. Un poco de gratitud no te vendría mal.Ignoré su tono burlón y fijé la vista adelante. Ya casi estábamos en el lugar donde estaba mi Eloah. Nos habíamos transportado a un par de calles de dónde ella se encontraba. La sentía cer
Cordelia—¡Oye! Te ves guapísima —dijo con esa voz apática que te hacía sentir como si te estuviera lanzando un ladrillo a la cara en lugar de un cumplido.—¿Y eso a qué viene? —le contesté, arrastrando las palabras mientras la miraba de arriba abajo, más por costumbre que por verdadero interés en su atuendo. Fernanda estaba impecable, como siempre.Pero no tenía tiempo para analizar su estilo. Porque, en menos de un segundo, ya estaba gritando.—¡Ya está, Cor! —me agarró de los brazos con una fuerza innecesaria, como si fuera a arrancarme del sofá por completo—. ¡Ya basta de lloriquear por ese escuincle malparido!Me tambaleé cuando me obligó a levantarme. Logré zafarme de su agarre y me quedé parada ahí, cruzando los brazos, aunque me sentía como un trapo viejo que alguien había descolgado a la fuerza.—¡Uy sí! —le reproché, arqueando una ceja coloqué las manos en mis caderas—. Como si fuera por ese baboso y ordinario por el que estaba llorando...Ella no se lo creyó ni por un segun
Cordelia Ni bien empujé la puerta doble de la entrada, la voz de doña María resonó como una campana por todo el espacio.—¡Ay niña! ¡Hasta que vuelves! —gritó con ese tono de madre que mezcla regaño y cariño en partes iguales.Ella estaba detrás del mostrador, ajustándose el chal tejido que siempre llevaba encima, sin importar si hacía frío o no. Sus ojos brillaban con ese aire de "tengo un secreto" que tanto le gustaba.Mi primer reflejo fue sacar los auriculares del bolsillo de mi abrigo. Eran mi escudo, mi forma de fingir que no estaba hablando con un espacio vacío.—Ya ves, tocó volver... —le respondí mientras me acercaba al mostrador—. ¿Algún chisme nuevo?—¡Oh! Nada del otro plano… muertos y más muertos —dijo, alzando las cejas—. Aunque estos últimos están bien raros...No tuve tiempo de preguntar qué quería decir con "raros", porque Fernanda entró detrás de mí con la energía de un huracán.—¡¿Qué cuenta, María?! —saludó, exagerando el tono mientras agitaba una mano—. ¿Verdad q
Zeiren No podía moverme. No podía hablar. No podía abrir los ojos. Estaba atrapado en mi propio cuerpo, sintiendo cada sensación a mi alrededor.El frío de la mesa debajo de mí fue lo primero que percibí en quién sabe cuánto tiempo. No era como el frío al que estaba acostumbrado dentro de las profundidades de la ciudad. Este era otro tipo de frío... Algo inerte, algo que no debería estar allí.Las voces, distantes al principio, como si alguien estuviera hablando al otro lado de una puerta cerrada. Una que no podía abrir.No estaba solo.Pude sentirlos antes de escucharlos: un humano, moviéndose cerca de mí con pasos firmes pero contenidos. Olía a desinfectante y a algo más... jabón, tal vez. Luego, una presencia diferente. Ligera, como el roce de un susurro, pero con una energía constante y tranquila. Otra más llegó después, inquieta, moviéndose con rapidez a mi alrededor, como un mosquito al que no puedes espantar.Y entonces llegó ella.Su presencia me atravesó como una ráfag
Cordelia El sonido de la puerta golpeando contra la pared me sacó del trance. Giré la cabeza para ver al doctor Ramírez entrar como un desquiciado, seguido por unos ángeles de seguridad.—¿Dónde está? —preguntó, su voz cargada de confusión y un toque de alarma.Abrí la boca, pero no tenía idea de qué decirle. ¿Cómo le iba a explicar? ¿Que el hombre que debía estar muerto se despertó, me besó como si fuera el último aliento que necesitaba y luego desapareció como un maldito fantasma? "Claro, seguro que eso sonaría razonable."Ni que hablar de la sensación que había dejado en mí. Me había pasado una vez con Juan, esa sensación de compartir energía vital... en cuanto me dí cuenta esa vez, corté toda conexión con él. Pero con este... animal... no fue tan grotesco como con mi ex.La sensación de sus labios sobre los míos todavía picaba. Cuándo me levanté de la mesa, tuve que taparme el pantalón con la bata, porque maldita humedad en mi ropa que delataba demasiado.—Él… él se despertó —d
Cordelia Cerré la puerta con fuerza, intentando borrar todo lo que acababa de pasar en el pasillo. Pero no funcionó. Mi mente seguía repitiendo la escena una y otra vez: Juan apareciendo de la nada, sus insultos, su actitud arrogante… y el zombi sexy abriendo mi puerta como si fuera el dueño...—¡Zorra! —exclamé, tirando mi bolso en el sofá—. No entiendo cómo tiene las pelotas para venir aquí y juzgarme después de lo que él me hizo.—¿Es una pregunta retórica o de verdad quieres que te lo explique? —dijo Fernanda desde mi derecha, apoyándose con toda tranquilidad contra el respaldo del sofá.Me giré para fulminarla con la mirada.—¡No me tomes el pelo!—¿Yo? ¡Jamás! —exclamó con las manos en alto, como si fuera la víctima de la situación—. Sólo digo que tienes que admitir que el chico tiene una habilidad especial para ser un imbécil con estilo.Bufé, apretando los puños mientras me dirigía a la cocina. Necesitaba un vaso de agua o algo que pudiera lanzar contra la pared para calmar