Capítulo 23: Ellas ya no estaban...
Zeiren
Las primeras semanas en el Averno fueron una pesadilla.
Dormíamos en el auto, apretados, con las piernas entumecidas. El frío de la noche filtrándose por las rendijas que teníamos que abrir de las ventanas.
Mis sueños siempre terminaban en sobresalto; con imágenes de luces intermitentes y sirenas persiguiéndonos.
Mi madre y mi tía apenas dormían. Se turnaban para mantenerse en guardia, observando la calle por si alguien se acercaba demasiado.
Después de dos semanas, mi tía nos consiguió un lugar para quedarnos.
Llamarlo casa habría sido generoso.
Las cuatro paredes eran de madera prensada, encajadas a la fuerza. Las ventanas no tenían vidrio, en su lugar habían bolsas negras. Y a la puerta le colocábamos una silla para bloquearla.
Tenía una sola habitación que era todo; sala, comedor, cocina y dormitorio.
El único "lujo" era una estufa portátil que funcionaba cuando quería.
No había baño, solo una letrina improvisada afuera.
Pero, por primera vez en días, podíamos estir