Fernanda
Nunca pensé que iba a pasar mis años de muerta apostando en peleas clandestinas de demonios.
Y mucho menos por mi mejor amiga.
—¡Mil a que lo desintegra en cinco minutos! —le dije al espectro que flotaba al lado mío con cara de momia aburrida.
El tipo me miró como si yo estuviera loca. Pero hey, tenía fe en mi amiga. No sé si era eso o simplemente negación. Pero una de las dos me daba esperanzas de que Cordelia pudiera levantarse de esa maldita arena.
—¿No? ¿Muy poco? —saqué del bolsillo una moneda brillante que le había robado a algún pobre descuidado—. ¿Y si le sumo otro muerto? Tengo un vampiro que todavía no ha aceptado que va a quedarse soltero por la eternidad... súper entretenido.
El espectro chasqueó la lengua, dudando, y justo entonces Cordelia gritó.
Me puse de pie de golpe.
Estaba sola en medio de la arena. Rodeada por sangre seca, restos de cuerpo, un demonio con esteroides que parecía sacado de una pesadilla caliente… y los gritos de la muchedumbre exigiendo su