Tras el susto reciente, la mente de Mariana era un revoltijo, así que ni siquiera se dio cuenta de que Walter la seguía sigilosamente.
Serafín pisó el acelerador y el coche avanzó como una flecha, tratando de deshacerse del persistente perseguidor. Al notar eso, Walter no se quedó atrás y aceleró también.
Los dos vehículos volaban por el viaducto, con el viento y la lluvia golpeando violentamente las ventanas.
De repente, Mariana vislumbró el coche de Walter en el espejo retrovisor, se quedó paralizada de asombro y se giró para mirar hacia atrás.
Serafín dijo con voz grave: —Walter nos está siguiendo.
Una ola de confusión inundó a Mariana. ¿Qué hacía él allí? ¿No se suponía que debía estar llevando a Jimena a casa?
Frunció el ceño, buscando una explicación razonable. —Quizás sólo coincidió el camino.
Pero Serafín no lo creía así; después de todo, por la forma en que Walter los perseguía, no parecía ser mera coincidencia.
Ambos coches iniciaron una persecución trepidante bajo la torment