Sylan se inclina, tan cerca que puedo sentir su aliento sobre la piel desnuda de mi cuello, el calor de su cuerpo se fusiona con el mío de una manera que hace imposible respirar. Una pulgada más y estaría en sus brazos.
"Sé que tienes miedo", murmura, con voz baja e íntima. "Puedes susurrarme la respuesta. Nadie lo escuchará nunca. Nadie te hará daño nunca. Te lo juro, por mi vida".
Su cercanía trae consigo un aroma masculino, oscuro y adictivo, que solo profundiza la calidez que se extiende por mis mejillas.
Cuando me quedo en silencio, sus dedos se alejan de la delicada hebra de seda para jugar con el volante de encaje que bordea la parte superior de mi corpiño.
Mis dientes se arrastran por mi labio inferior, traicionándome.
"Contéstame, mo chroi. ¿Dónde está? Y no mientas", advierte, con la voz tranquila pero firme. "Ya sabemos quién eres. Y no tenemos tiempo para jugar".
Intento ignorar cómo mis pezones se endurecen bajo sus toques ligeros como una pluma, cómo mi cuerpo ya tenso s