MATTEO
Puedo sentir los ojos de Salvatore sobre mí, percibir su preocupación por mí, pero no puedo hablar para tranquilizarlo. Porque no estoy bien. Estoy furioso con Colina, con la Tríada, y conmigo mismo. Nunca debí haberla dejado. Esto nunca debió haber pasado. Prometimos protegerla, y ahora está en manos de nuestros enemigos y están haciéndole Dios sabe qué.
Ella es una superviviente, una luchadora, pero no debería tener que serlo.
Girándome, estrello mi puño contra la pared, observando con satisfacción enfermiza como se abre una grieta en el yeso. Liberándolo, me sacudo el dolor y me vuelvo hacia Salvatore, quien ha dejado de hablar para mirarme boquiabierto. Cuando nuestras miradas se encuentran, él suspira y se da vuelta. “Quiero a todos en esto. Vamos.”
Tony se apresura a irse, y Salvatore me mira de nuevo. “La vamos a recuperar, aguanta, hermanito.”
“¿Pero qué pasa si ella no puede?” gruño, caminando ahora de un lado a otro, mi mano sangrando y goteando sobre el suelo mientra