Capítulo 163.
Valente había jugado bien sus cartas. Había hecho favores, había sabido a quién salvar y a quién cobrarle caro la ayuda. Tenía cazadores desperdigados, asesinos que le debían silencios, y algunas deudas que aún podía cobrar si las cosas se torcían. Pero lo suyo era una red frágil, tejida con hilos de conveniencia. Ninguno moriría por él.
Mateo, en cambio, tenía la lealtad de los Demons, un grupo de casi treinta guerreros entrenados no solo para matar, sino para desaparecer tras hacerlo. Cada uno valía por diez hombres comunes. No eran mercenarios, ni soldados, ni bestias sin control. Eran una élite nacida del caos, moldeada por el dolor y entrenada bajo un código que solo los Crown conocían por completo. No se le obedecía por miedo, sino por respeto. No se le seguía por dinero, sino por convicción.
Su lenguaje era la guerra. Cada uno de ellos hubiera matado por el otro. Y todos habrían incendiado una ciudad entera si Mateo lo ordenaba.
Ninguno usaba emblemas. Sus cicatrices eran el un