Noto la sorpresa en los gestos de su cara.
―¿Hijos?
Sonrío satisfecho.
―Sí, papá ―respondo con evidente orgullo―. Abigaíl está embarazada ―coloco la mano en su hombro y me inclino para besarlo en la frente―. Vas a tener a un nuevo nieto al cual malcriar.
Una radiante sonrisa amenaza con partir su cara en dos.
―Esta es la mejor noticia que puedes darme, hijo ―menciona con emoción―. Entremos a la casa ―echa a andar su silla y se dirige hacia la entrada―. Abramos la mejor botella de champaña de la reserva y celebremos las buenas nuevas como se merece que lo hagamos.
Lo sigo de cerca. A pesar de lo compleja de mi situación con la mujer que amo, me siento embargado por una gran felicidad que no me cabe en el pecho. Voy a ser padre y ese nuevo hecho, cambia las perspectivas de mi vida. Quiero que mis hijos crezcan a mi lado, pero para que eso suceda, debo convencer a Abigaíl que no hay otro lugar en el que deba estar, que no sea a mi lado.
Entramos a la casa y nos instalamos en la sal