Theo llegó a la cabaña con el pulso aún ardiendo.
No sabía si quería gritar, golpear algo o simplemente dormir durante un año.
Greta estaba de espaldas, abrochándose la blusa, el cabello húmedo cayéndole por los hombros.
Sobre la mesa, los vendajes y el olor a sangre recién lavada aún flotaban en el aire.
Ella ni siquiera lo miró cuando él entró.
Solo tomó su bata y, sin volverse, se la lanzó directo al pecho.
—Tápate. No me interesa verte. —Su tono fue puro veneno.
Theo sostuvo la bata un segundo, desconcertado, y terminó cubriéndose con fastidio.
—¿Me puedes explicar qué MlERDA pasó allá afuera?
Greta se volvió despacio, cruzándose de brazos.
—Lo mismo podría decirte a ti, Alfa.
—¿Greta… tienes un lobo? —preguntó él, incrédulo—. ¿Un lobo macho?
—Y tú una loba —replicó con una media sonrisa—. Y por lo que parece, es la compañera de mi lobo.
Theo la miró con el ceño fruncido.
—Pensé que era el único en el mundo.
—Ya ves que no. —Se acercó un paso—. Ahora entiendes por qué no podía cas