Al día siguiente…
La luz del sol se filtró a través de la ventana y despertó a Grecia. No había conciliado el sueño en toda la noche y, finalmente, se había quedado dormida casi al amanecer.
Al girarse en la cama, se dio cuenta de que Guillermo no estaba allí. Se preguntó si se había levantado muy temprano o si, en realidad, no había pasado la noche con ella. “Dios mío”, pensó, “no sé por qué siento esta confusión en mi corazón.” La reciente noticia de la boda de Luis Fernando la había dejado desconcertada. “No estoy segura de querer casarme con Guillermo. ¿Qué hago, Dios mío? ¿Qué hago?”
Grecia estaba completamente contrariada; nunca imaginó que enterarse de la boda de Luis Fernando le generaría tanta confusión.
En ese momento, la puerta se abrió y entró Guillermo, vestido con pijama y descalzo.
—Guillermo, pensé que habías salido muy temprano. ¿Dónde estabas? —preguntó Grecia, con un tono de sorpresa.
Guillermo suspiró, tratando de contener la molestia que le había causado el rechaz